OFBR 1a. Temporada 2023 |Programa II - Jorge Mester & Juan Galicia
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ORQUESTA FILARMÓNICA DE BOCA DEL RÍO

JORGE MESTER, Director Artístico

  Viernes 3 febrero, Foro Boca

 

Programa

 

LEONARD BERNSTEIN                Obertura “Candide”

Duración aproximada: 5 minutos

 

 

WOLFGANG A. MOZART           Concierto No. 21 en Do mayor, para piano y

orquesta K. 467

-Allegro maestoso

                                                           -Andante

                                                           -Allegro vivace assai

Duración aproximada: 30 minutos

 

Solista:

JUAN GALICIA

 

Intermedio

 

 

BÉLA BÁRTOK                              Concierto para orquesta

-Introducción

                                                           -Juego de las copias

                                                           -Elegía

                                                           -Intermezzo interrumpido

                                                           -Final                                    

   Duración aproximada: 36 minutos

 

Director:

JORGE MESTER

 

 

JORGE MESTER

Director Artístico de la Orquesta Filarmónica de Boca del Río

El maestro mexicano Jorge Mester es reconocido internacionalmente como un director de primer nivel, respetado por la excelencia y prominencia que aporta a toda organización que dirige.

En julio de 2006, fue invitado a regresar como Director Musical de la Orquesta de Louisville, cargo que ocupó con anterioridad durante doce años (1967-1979). Ha sido Director Musical de la Sinfónica de Pasadena durante veinticinco años (1985-2010) y Director Musical de la Filarmónica de Naples (2004-2012).

Mester es también Director Laureado del prestigioso Festival de Música de Aspen, que encabezó como Director Musical durante veintiún años a partir de 1970-1991. Como académico, se desempeñó como director del Departamento de Dirección de la Juilliard School, en Nueva York, durante la década de 1980.

Fue Director Titular de la Orquesta Sinfónica de West Australia, en Perth, y Director Principal invitado tanto de la Adelaide Symphony como de la St. Paul Chamber Orchestra. Fue Director Artístico de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México entre 1998 y 2002. Anteriormente, como Director Musical impuso su sello único en el Festival Casals de Puerto Rico.

Como director invitado se ha presentado al frente de la Boston Symphony Orchestra, Philadelphia Orchestra, Royal Philharmonic Orchestra de Londres, New York City Opera, Orquesta Sinfónica de Ciudad del Cabo, Orquesta de Cámara de Lausana (Suiza), Ópera de Sídney, Festival de Spoleto y la Washington Opera, por mencionar solo algunas.

En 1985 recibió el prestigioso Premio Ditson de dirección orquestal, que otorga la Universidad de Columbia por el impulso a la música americana. Otros ganadores de los premios Ditson incluyen a Leonard Bernstein, Eugene Ormandy y Leopold Stokowski.

Ha sido profesor de varias generaciones de directores, incluyendo a James Conlon, Dennis Russell Davies, Andreas Delfs, JoAnn Falletta y John Nelson. Además, ha impulsado desde el inicio de sus carreras a artistas que hoy cuentan con un sólido prestigio internacional como Midori, Renée Fleming, Nadja Salerno-Sonnenberg, Cho-Liang Lin y Robert McDuffie.

Como reconocimiento a su elogiable labor y notable trayectoria, se ha impuesto su nombre a la Sala Principal del Foro Boca.

 

 

JUAN GALICIA

Pianista

Nacido en Xalapa, Veracruz en donde comenzó sus estudios de música a la edad de 6 años, Juan Galicia ha obtenido diversos reconocimientos que incluyen el primer lugar en el concurso infantil “Ollín Yolitztli” de la Ciudad de México en 2006; primer lugar en el concurso “Parnassos” de Monterrey, Nuevo León (2012); Premio “Manuel M. Ponce” en el festival de Música de Cámara Aguascalientes 2015; tercer lugar en el “Young Artist Competition” de Colorado (USA 2019); semifinalista en el “Young Concert Artist” de Nueva York (USA 2016), y finalista en el concurso “José Jacinto Cuevas” de Mérida, Yucatán en 2014.

Obtuvo su grado de Maestría en el Brooklyn College de Nueva York, Estados Unidos y Licenciatura por la Universidad Veracruzana, México. Ha colaborado como pianista acompañante del Brooklyn College Choir en Carnegie Hall New York y ha sido integrante de la Orquesta  Sinfónica del Brooklyn College, así como de la Orquesta de las Américas en “México Crescendo Tour 2019”. Actualmente se desempeña como pianista para la Orquesta Filarmónica de Boca del Río.

Ha tenido como maestros a Tania Chávez, Leonardo del Castillo, Beatriz Long, Jeffrey Biegel y Trinidad Sanchís. Participó en Masterclass con Boris Berman, Rorianne Schrade, Luca Chiantore, Solomon Mikowsky, Edith Ruiz y Pablo Ávalos.

 

Notas al programa

 

LEONARD BERNSTEIN (1918-1990)

Obertura Candide

Voltaire (seudónimo de François Marie Arouet) escribió su “Candide, ou l'Optimisme” en 1759. De esta obra se ha redactado que se trata del “desvelamiento más cruel y lúcido de la realidad de la vida”. Inmediatamente después de su publicación, fue prohibida por su contenido supuestamente blasfemo y “promotor de la sedición política”. Ubicada como la obra maestra de Voltaire, aquel agudo ingenio y perspicaz descripción de la condición humana mediante las vivencias del joven Cándido, inspiró a numerosos autores y artistas para posteriores adaptaciones.

Poseedora de lo que se ha dado en llamar “hilaridad infernal”, con acción dramática a ritmo trepidante y desarrollo siempre in crescendo, la historia de Voltaire es la siguiente: El doctor Pangloss trata de convencer a su joven alumno Candide (o Cándido) que todo a su alrededor tiene una función benéfica y que el mundo se ubica a un paso de la perfección. Expulsado de Westfalia por pretender a Cunégonde, hija de un barón, Cándido vaga por Europa y los más terribles acontecimientos le desengañan acerca de la doctrina de Pangloss; su ingenuidad casi le lleva a la muerte, sufre hambres y, para colmo, se reencuentra con un Pangloss harapiento y desfigurado por una enfermedad venérea.

Más tarde cae en manos de la Inquisición, se traslada a Sudamérica y se refugia en Paraguay, logra llegar a la mítica ciudad de El Dorado y sale de allí con una buena carga de piedras preciosas, que rápidamente le es robada. Después, en Constantinopla, se reúne con su adorada Cunégonde que ahora es una mujer fea y amargada. El también envejecido Pangloss aún cree en la bondad de los hechos sufridos, y bajo la consigna de que “trabajar sin pensar es el mejor medio para hacer soportable la vida”, Cándido concluye que cuidar un huerto y hacerlo fructificar es lo único que guarda un poco de sentido en esta vida.

“Candide”, como obra teatral, fue concebida inicialmente por Lillian Hellman, dramaturga? y guionista norteamericana simpatizante de las causas izquierdistas. Su propuesta para Leonard Bernstein fue que escribiera la música incidental, pero el compositor logró persuadirla de trabajar sobre una opereta “neoclásica”. Con letras y orquestación de diversos colaboradores, así como música escrita en su mayor parte por Bernstein, “Candide” se estrenó en Broadway el 1 de diciembre de 1956. Hubo varias revisiones posteriores, aunque la música de Bernstein para la Obertura ha permanecido inalterada.

El espíritu desenfadadamente crítico de Voltaire encuentra una adecuada correspondencia en la música que Bernstein escribió para cumplir el encargo de Hellman. La dinámica y breve Obertura, con estructura tripartita y en forma de sonata, muestra algunos temas propios de la obra.

 

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)

Concierto 21 para piano y orquesta

Mozart escribió su Concierto 21 entre febrero y marzo de 1785, año especialmente fructífero durante el cual compuso su Concierto 20 para piano, se involucró con la masonería, dio forma a los cuartetos dedicados a Haydn y, por añadidura, desarrollaba una intensa actividad concertística ante la sociedad vienesa.

Ante la consideración de la celebridad actual de esta obra, es necesario tener en mente que para lo mismo tuvo una buena participación el filme sueco “Elvira Madigan”, realizado en 1967 y en el cual se utilizó como música de fondo el movimiento intermedio. Pero al margen de la popularidad derivada de la cinematografía, este Andante del Concierto 21 contiene una intrínseca belleza que no necesita del filme para mantenerse en el gusto de los aficionados. Se trata de un fascinante tema poseedor de enorme lirismo, deliciosa cantilena que parece resumir de forma especialmente afortunada la nítida belleza de los movimientos lentos generados durante la época del Clasicismo.

En su primer movimiento, Mozart trabajó sobre un fragmento en Allegro maestoso que muestra una prolongada duración, si se compara con los dos restantes. Su inicio es marcado por la cuerda, en ritmo marcial y a la manera “turca”. El diálogo entre solista y orquesta se dará tanto en la exposición como en el desarrollo de los temas que conforman esta fascinante porción. El Allegro final contiene un desarrollo virtuosístico en el teclado que, al combinarse con la orquesta a la manera de un Rondó, remata de forma brillante la obra.

 

BÉLA BARTÓK (1881-1945)

Concierto para orquesta

En 1940 y en plena Guerra Mundial, Béla Bartók y su esposa arribaron a Estados Unidos. El compositor llegaba emocionalmente afectado por la capitulación de su país, Hungría, ante el nazismo y dejando atrás lo mismo su brillante carrera que los recursos que le permitían vivir con cierta holgura. Pero los atractivos del American way of life nunca le resultaron satisfactorios y puede decirse que con el exilio dio inicio el proceso degenerativo, emocional y físico, que le llevaría a la tumba. Tierra de promisión para muchos, a varios de sus compatriotas sonreía la fortuna –Josef Szigeti, Fritz Reiner, Eugene Ormandy y George Szell, entre otros– pero la vida de Bartók languidecía en la pobreza, agravada por su negativa a aceptar la ayuda que sus exitosos paisanos y muchos colegas le ofrecían. Se oponía a recibir todo lo que le pareciese un acto de conmiseración.

A mediados de 1943 la situación de Bartók se complicó drásticamente. Sin recursos y afectado severamente por la leucemia (las crónicas nos dicen que su peso corporal se redujo a apenas un poco más de 40 kilogramos), hubo de ser hospitalizado. Bajo estas penosas circunstancias llegó a él un encargo de Serguei Koussevitzky para la Orquesta Sinfónica de Boston, de la que era director. Koussevitzky cubrió los gastos de hospitalización, para descargo de aquella preocupación, con lo que propiciaría que el compositor iniciara el trabajo a la brevedad. En el lapso de siete semanas Bartók finalizó su obra, a la que denominó Concierto para orquesta

Estrenado por la Orquesta Sinfónica de Boston el 1 de diciembre de 1944, el Concierto para orquesta obtuvo de inmediato un favorable reconocimiento por parte de la crítica y del público. Esto atrajo la atención de todos hacia Bartók y supuso una especie de redescubrimiento que propició varios encargos y proyectos más, pero su salud se hallaba dañada irremediablemente. Murió diez meses más tarde, en septiembre de 1945. Así, el Concierto para orquesta resulta en una suerte de testamento artístico de este creador.

El título corresponde a la estructura virtuosística de la obra, que convierte prácticamente a todos los miembros de la orquesta en solistas. Pero también es, de acuerdo a su forma y características, toda una sinfonía que resume distintas facetas del pensamiento estético del autor.  Uno de los movimientos de la obra llama particularmente la atención –el segundo, Giuco delle coppie (Juego de las copias) –, que mediante una danza humorística exige la participación por pares de los fagotes, oboes, clarinetes, flautas y trompetas, en un juego armónico de sorprendente imaginación.

El tercer movimiento es una Elegía lenta e introspectiva que inicia con un motivo que evoca las serenatas, sólo que aquí esta “música nocturna” cobra una atmósfera de tristeza y, gradualmente, de verdadera desesperación. El cuarto es el Intermezzo interrotto (“Intermezzo interrumpido”) en el que muchos encuentran la parodia sobre un tema propio de la Séptima sinfonía, “Leningrado”, de Shostakovich. Se dice que fue ideado a partir de una audición radiofónica de aquella obra del compositor ruso y que, al comparar esa “sosa ampulosidad” con su trabajo, decidió citar el tema para luego interrumpirlo con una melodía de sencillo corte popular húngaro. El Final logra disipar toda la ambientación pesimista que le antecede y dota al Concierto para orquesta de una conclusión afirmativa, optimista y brillante.

Aunque es considerada como una obra nada convencional y hasta indigesta para una buena parte del gran público, la partitura que nos ocupa parece suficientemente accesible si se la compara con las severas creaciones que Bartók dio a conocer durante las dos décadas previas. Es, desde el punto de vista de los analistas, un intento por acercarse al público norteamericano, aunque personal concepto de la experimentación sonora nunca le desligó del patrimonio popular húngaro, de modo que su obra se mueve en un ámbito sumamente amplio, lo que ha generado poco amables observaciones en torno de esta supuesta ambigüedad. Y aunque no fue artista de concesiones, el Concierto para orquesta fue uno de los contados casos en que escribió atendiendo un encargo, de modo que a partir de la sugerencia del visionario Koussevitzky se derivó una de las grandes partituras sinfónicas generadas durante el siglo pasado.

 

Jorge Vázquez Pacheco