OFBR 1a. Temporada 2023 | Programa XI  - Jorge Mester & Édgar Dorantes

Edgar Dorantes


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ORQUESTA FILARMÓNICA DE BOCA DEL RÍO-VERACRUZ

JORGE MESTER

Director artístico

 

Viernes 23 de junio

Foro Boca

 

PROGRAMA

 

CLAUDE DEBUSSY                                  “Preludio a la siesta de un fauno”

 

Duración aproximada: 9 minutos

 

GEORGE GERSHWIN                              Rhapsody in blue

 

Duración aproximada: 18 minutos

 

Solista:

ÉDGAR DORANTES, piano

 

INTERMEDIO

 

 

NIKOLAI RIMSKY-KORSAKOV           “Scheherazade”, Op. 35

-El mar y el barco de Simbad

-La historia del príncipe Kalendar

-El joven príncipe y la joven princesa

-Festival en Bagdad. El barco de Simbad se estrella contra un acantilado. Finale.

 

Duración aproximada: 45 minutos

 

JORGE MESTER

Director artístico

 

JORGE MESTER

Director artístico de la Orquesta Filarmónica de Boca del Río-Veracruz

El maestro mexicano Jorge Mester es reconocido internacionalmente como un director de primer nivel, respetado por la excelencia y prominencia que aporta a toda organización que dirige.

En julio de 2006, fue invitado a regresar como Director Musical de la Orquesta de Louisville, cargo que ocupó con anterioridad durante doce años (1967-1979). Ha sido Director Musical de la Sinfónica de Pasadena durante veinticinco años (1985-2010) y Director Musical de la Filarmónica de Naples (2004-2012).

Mester es también Director Laureado del prestigioso Festival de Música de Aspen, que encabezó como Director Musical durante veintiún años a partir de 1970-1991. Como académico, se desempeñó como director del Departamento de Dirección de la Juilliard School, en Nueva York, durante la década de 1980.

Fue Director Titular de la Orquesta Sinfónica de West Australia, en Perth, y Director Principal invitado tanto de la Adelaide Symphony como de la St. Paul Chamber Orchestra. Fue Director Artístico de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México entre 1998 y 2002. Anteriormente, como Director Musical impuso su sello único en el Festival Casals de Puerto Rico.

Como director invitado se ha presentado al frente de la Boston Symphony Orchestra, Philadelphia Orchestra, Royal Philharmonic Orchestra de Londres, New York City Opera, Orquesta Sinfónica de Ciudad del Cabo, Orquesta de Cámara de Lausana (Suiza), Ópera de Sídney, Festival de Spoleto y la Washington Opera, por mencionar solo algunas.

En 1985 recibió el prestigioso Premio Ditson de dirección orquestal, que otorga la Universidad de Columbia por el impulso a la música americana. Otros ganadores de los premios Ditson incluyen a Leonard Bernstein, Eugene Ormandy y Leopold Stokowski.

Ha sido profesor de varias generaciones de directores, incluyendo a James Conlon, Dennis Russell Davies, Andreas Delfs, JoAnn Falletta y John Nelson. Además, ha impulsado desde el inicio de sus carreras a artistas que hoy cuentan con un sólido prestigio internacional como Midori, Renée Fleming, Nadja Salerno-Sonnenberg, Cho-Liang Lin y Robert McDuffie.

Como reconocimiento a su elogiable trayectoria y a su labor en Veracruz, la sala principal del Foro Boca lleva su nombre.

 

ÉDGAR DORANTES

Pianista

Pianista, compositor y educador radicado en Xalapa, Veracruz. Participa activamente en diversos proyectos (muchos de ellos son propios) para la escena musical mexicana de jazz, música latina y clásica. Ha trabajado en diversos países de América y Europa, y compartido escenario con artistas de la talla de Paquito D’Rivera, Joe Lovano, Roby Lakatos, Ray Drummond, Francisco Mela, Rey David Alejandre y Emiliano Coronel, entre muchos otros.

Ha sido solista con las más destacadas orquestas nacionales y entre sus profesores e influencias destacan Kenny Barron, Ray Brown, Michael Brecker, Buster Williams, Mario Ruiz Armengol, Mark Levine, John Benitez y Bob Brookmeyer, por citar solo algunos.

Particularmente prolífico en la composición, su música ha sido interpretada por diferentes ensambles y orquestas de Canadá, Estados Unidos, Francia y México.

Artista de poderosa iniciativa, a su visionario esfuerzo se debe la fundación del Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana –del que fue su primer director–, así como del Festival Internacional JazzUV. Realizó sus estudios en la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana y en la Universidad del Norte de Texas; se ha destacado como catedrático en Estados Unidos, Canadá y México. Notablemente activo en el terreno de los registros discográficos, también ha actuado como director de orquesta en Estados Unidos y México, países que le otorgaron importantes y significativas distinciones.

 

Notas al programa

 

CLAUDE DEBUSSY (1862-1918)

“Preludio a la siesta de un fauno”

Estrenado en París, en 22 de diciembre de 1894, este breve poema sinfónico habría de marcar un momento importante en el desarrollo de la música. Inspirado por el poema “L’après-midi d’un faune” de Stéphane Mallarmé, en este sentido es de considerar la relación música-poesía que en Claude Debussy y Mallarmé encontró un punto cenital.

No son pocos quienes aseguran que el viraje del arte sonoro a partir del siglo XX surgió de los revolucionarios planteamientos de esta obra, mientras que para el genial Pierre Boulez no había más: el “Preludio a la siesta de un fauno” marcaría el arranque de lo que habría de ser considerado “música moderna”.

La vinculación entre Mallarmé y Debussy fue significativa y consistente. El compositor había escrito una canción con texto del poeta desde diez años previos al estreno de su Preludio, se convirtió en asistente habitual a las sesiones de lecturas organizadas por Mallarmé y de allí surgió una sólida relación amistosa en que la diferencia de edades (dos décadas) nunca estableció opacidad alguna.

Hacia inicios de la última década del siglo antepasado, Debussy se había propuesto escribir una obra de gran aliento inspirada en la factura poética de su amigo; una sucesión de movimientos sinfónicos que incluiría Preludio y Finale. No pasó de la sección inicial, que así se estrenó en la mencionada jornada parisina de diciembre de 1894.

Música evocadora del todo y distante de propuesta descriptiva alguna, en el Preludio la atmósfera generada se eleva por encima de la melodía y la armonía, como una suerte de candado que anula del todo la posibilidad de incurrir en el discurso descriptivo. El mismo Debussy indicó claramente que deseaba sugerir con música las imágenes y sensaciones a las que conduce el poema: “Es una ilustración libre… Por ningún motivo se pretende hacer una síntesis. Trata de ilustrar la secuencia de escenas a través de las cuales sucedían los sueños y deseos del fauno en el calor de la tarde. Luego, cansado de perseguir el vuelo de las ninfas y las náyades, sucumbe al sueño intoxicante desde el que alcanza al fin su deseo de posesión de la naturaleza universal”.

Imposible ubicar en casilla alguna esta partitura. Aunque en su desarrollo se distinguen claramente varias secciones, su brevedad nos remite al análisis de un todo estructural que inicia con el solo de flauta, al que más adelante respaldará una armonización que inicialmente suena expectante y que solo hasta la tercera exposición del tema será dotado de plena y concordante armonía. Después de un discurso de misterioso lirismo, la coda final es el retorno a las esenciales notas del inicio, aunque ahora en un contexto totalmente evocador, intencionalmente distanciado.

Al abatir el concepto tradicional de la forma y marcar la apertura hacia la expresividad imprevisiblemente flexible, la pieza de Debussy se establece como una de las partituras medulares en el repertorio del siglo XIX.

 

GEORGE GERSHWIN (1898-1937)

Rhapsody in blue

George Gershwin nació en Brooklyn, Nueva York, en una familia de inmigrantes rusos. Como compositor, los terrenos en que se movía eran la comedia y un jazz de corte comercial, y en los mismos su talento fue reconocido de inmediato. Pero su aspiración suprema era conducir el jazz a las salas de conciertos y tratarle como música “de arte”.

Ya era poseedor de considerable celebridad cuando decidió estudiar en Europa, pero fue rechazado como alumno por Igor Stravinsky, Nadia Boulanger y Maurice Ravel. A su regreso se encontró con la hostilidad de los puristas del jazz y de los aficionados a la música “académica”, y solo el paso del tiempo propició que el público tomara en serio su estilo colmado de frescas ideas que hoy se establece como la representatividad de toda una sociedad y de toda una época.

Después de un exitoso concierto de jazz experimental en noviembre de 1923, en Nueva York, en que intervino la cantante franco-canadiense Eva Gauthier con la orquesta de Paul Whiteman, este director supuso que había llegado el momento de abordar un espectáculo mayormente ambicioso en que el jazz habría de ser protagonista elemental. Fue así que encargó a Gershwin una obra que resultó ser la “Rhapsody in blue”, partitura concluida en apenas dos semanas y con ayuda en la orquestación del compositor Ferde Grofé.

Escrita para piano solista con pequeña orquesta (es conveniente tomar en cuenta que la orquesta de Whiteman era de apenas una veintena de instrumentistas), la Rhapsody in blue se estrenó en febrero de 1924, en el Aeolian Hall de Nueva York, con el compositor al piano. La obra fue recibida con aclamaciones por un público en que se encontraban personalidades como John Philip Sousa y Serguei Rachmaninov.

Isaac Goldberg, primer biógrafo de Gershwin, consignó que la obra fue concebida casi en su totalidad durante una travesía en ferrocarril hacia Boston. El compositor le comentó que las ideas fluyeron en su mente como “una especie de caleidoscopio musical”, lo que le permitió concebir la pieza con una sorprendente diversidad de temas que bien representaría el crisol de culturas tan propio de Norteamérica. Casi de inmediato, Whiteman adoptó la Rhapsody in blue como enunciado emblemático de su orquesta, la interpretó en numerosas ocasiones y con lo mismo contribuyó no solo a su difusión, sino también a establecerla como la primera obra de concierto verdaderamente popular generada en Estados Unidos. Pocos años después de la muerte de Gershwin, Grofé se propuso realizar la versión para gran orquesta que él mismo presentó en 1942.

Finalmente, es conveniente reiterar en el sentido de que la denominación no alude al color

azul, sino al estado de ánimo que ha dado su nombre al blues, una de las formas antecesoras

del jazz.

 

NIKOLAI RIMSKY-KORSAKOV (1844-1908)

“Scheherazade”, suite sinfónica

“Scheherazade” de Rimsky-Korsakov fue terminada hacia 1888, y en la misma se hace evidente el increíble manejo del colorido orquestal que fue propio de este autor ruso. Basada en la colección oriental de narraciones “Las mil y una noches”, la profusión de ideas parece haber llegado a la inspiración de este músico ruso en torrentes. Y si algún fragmento memorable –de los muchos que posee esta singular partitura– es necesario subrayar, citemos el estallido sonoro del tercer movimiento, representativo de un avasallante apasionamiento transfigurador. Hay quienes aseguran que corresponde al éxtasis amatorio entre los protagonistas de esta historia, el joven Príncipe y la joven Princesa.

Como eje central de su obra, Rimsky-Korsakov tomó la secuencia de las narraciones de la joven esposa de un sultán oriental, gobernante víctima de una maldición que le hace condenar al sacrificio a cada una de sus esposas inmediatamente después de la noche de bodas. Así, la suite nos conduce hacia un mundo fantástico de mezquitas, palacios, opulentos festejos y naufragios marinos.

El inicio presenta el fiero tema del sultán Schariar, al que sigue la dulce voz de la esposa condenada a morir. Con un tema pleno en sensualidad enunciado por el violín concertino, la joven inicia sus narraciones con la historia de Simbad y su barco, en abrumador agolpamiento de oleadas sonoras. Vendrán después la historia del Príncipe Kalendar y el intoxicante pasaje amoroso citado antes.

El final es uno de los momentos culminantes en la creatividad de Rimsky-Korsakov y en toda la literatura musical rusa. Regresa la agitación orquestal, que ahora nos describe el vistoso festival de Bagdad, para de inmediato desembocar en la vívida descripción de la furia del océano y la imagen del buque de Simbad, que se estrella contra una roca sobre la que se ubica la enorme estatua de bronce que representa a un guerrero.

Vuelve la calma y Scheherazade culmina sus narraciones, luego de mantener despierto el interés del gobernante durante mil y una noches. Su dulce voz, nuevamente presentada por el solo de violín y respaldada por el arpa, indica que la maldición se ha disipado y ahora podrá vivir feliz al lado del sultán.

En esta partitura se hacen presentes todos los estímulos de la más poderosa fantasía exótica, mediante una orquestación opulenta que resulta en poderoso elemento comunicador para esta fascinante serie de cuentos. A Rimsky-Korsakov le tomó menos de un mes, durante un verano, completar esta partitura de lógica perfecta, sin vacilaciones ni rectificaciones posteriores. Se dice que el segundo movimiento fue terminado en tan solo seis días, mientras que el tercero le tomó tan solo cinco jornadas diarias. Y todo ello mientras trabajaba en la revisión, orquestación y edición de la ópera “El príncipe Ígor”, de Borodin.

En torno de esta suite sinfónica, el mismo autor escribió sobre la inutilidad de tratar de encontrar motivos conductores asociados con ideas y conceptos, que aquí no son más que “materia puramente musical”. Indicó que había asignado un título a cada uno de los fragmentos, los que después decidió eliminar por consejo de Anatoly Liadov. Pero esos títulos han quedado como elemento complementario de la descripción musical y hoy resultan imprescindibles para la cabal compresión de las intenciones programáticas.

El compositor remarcó que, al escribir “Scheherazade”, quiso utilizar sugerencias para orientar de modo muy ligero la fantasía del oyente “sobre la ruta en que mi propia fantasía viajó”.

 

Jorge Vázquez Pacheco.